Siglos antes de que las religiones monoteístas se establecieran, ya existía un compendio de culturas que adoraban a distintos dioses, los cuales respondían a las necesidades de cada civilización. Estos dioses eran representados según la percepción de los fieles que seguían su doctrina. Con el pasar del tiempo, los arqueólogos se dieron cuenta de que siempre había una predisposición a adorar al dios supremo como una entidad masculina, creyendo que sólo así se puede imponer el orden y la armonía en el planeta. Contrario a esta creencia, se fundó el hinduismo, una religión que demuestra que la fuerza bruta no es la única que puede gobernar.
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